Heme aquí, envíame a mí
- Pbro. Fernando Díaz
- 15 jul 2023
- 2 Min. de lectura

…y tocando con él sobre mi boca, dijo: He aquí que esto tocó tus labios, y es quitada tu culpa, y limpio tu pecado. 8 Después oí la voz del Señor, que decía: ¿A quién enviaré, y quién irá por nosotros? Entonces respondí yo: Heme aquí, envíame a mí. Isaías 6:7-8
No existe una sensación más poderosa para el ser humano que aquella provocada por el llamado de Dios.
El llamado llega en el momento menos esperado. El profeta Isaías estaba de luto, ese año había muerto el rey Uzías (Is. 6.1), uno de los mejores reyes de Judá. El recuerdo del rey y la forma triste en que murió (leproso) seguramente marcaron la vida de Isaías. Resulta curioso como el llamado llega: a veces en tiempo de crisis, de dolor, de angustia, de soledad, de incertidumbre, cuando el corazón busca respuestas, y recuerda que el único que las tiene, es Dios.
El llamado nos hace conscientes de nuestra pecaminosidad. De la juventud de Isaías no tenemos mucha información más de la que el contexto nos sugiere: un joven que creció cerca del palacio y del templo. Sin embargo, el día que en visión contempló el trono alto y sublime exclamó ¡Ay de mí! que soy muerto; porque siendo hombre inmundo de labios, y habitando en medio de pueblo que tiene labios inmundos, han visto mis ojos al Rey, Jehová de los ejércitos. Fue el encuentro con la gloria del que llama el que puso de manifiesto su indignidad y fue el toque del Señor que lo hizo apto para responder: He aquí que esto tocó tus labios, y es quitada tu culpa, y limpio tu pecado.
El llamado nos eleva a posiciones espirituales inesperadas. La pregunta que hacía el Señor era poderosa: ¿A quién enviaré, y quién irá por nosotros? (6:8) ¿Cuántas veces habrá escuchado la misma pregunta Isaías mientras contemplaba la visión? Pocas veces tomamos conciencia que los llamados del Señor somos sus representantes, una posición espiritual elevada que exige lo mejor de nosotros.
El llamado es para valientes. La respuesta al llamado implica estar dispuestos a sufrir por el Señor. Isaías seguramente conocía el final de otros profetas que predicaron el mensaje de Dios a un pueblo duro de corazón, pero el llamado era tan poderoso para resistirlo que él mismo escribe: Entonces respondí yo: Heme aquí, envíame a mí.
Si estás buscando un lugar para prepararte porque sientes que tienes un llamado, haz lo mismo que Isaías: ve al lugar de adoración, busca el rostro del Señor, dile lo que sientes, dile lo que ves, pídele que te permita escuchar su voz. Si su voz te confirma, no esperes más, en el Seminario teológico Bethel tenemos herramientas que te serán muy útiles para cumplir tu misión en esta tierra.
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